Había una vez un hombre que sufría a causa de las circunstancias de su vida. Todo el tiempo se quejaba con su esposa, con sus amigos y las noches las pasaba en vela obsesionado con lo mal que le iba. Uno de sus amigos, desesperado por ofrecerle ayuda, le sugirió que fuera a ver a un maestro espiritual. El hombre afligido así lo hizo. Habló por horas con el maestro y cuando su letanía de lamentos terminó, éste lo miró con compasión. Después de unos minutos de silencio, le dijo: “Mi querido amigo, será más fácil cubrirte los pies con sandalias que tratar de alfombrar el mundo entero”.
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