Cuando en la escuela primaria la maestra nos explicó que en español se emplea el género masculino para los sustantivos que pueden ser tanto masculinos como femeninos (el director, la directora), primero pensé que eso era una demostración de la “superioridad natural” de los niños sobre las niñas.
Años después me enteré de lo contrario.
Por “lo contrario” no tan solo me refiero a las numerosas características de superioridad fisiológica y mental de las mujeres, a las que dediqué dos ensayos anteriores, sino también al hecho de que al decir, por ejemplo, “los niños” no se está distinguiendo entre sexos, pues por definición la expresión abarca tanto a hombres como a mujeres, mientras que con el término “las niñas” uno (lo cual —nótese— también incluye a “una”, aunque al revés no es así) las indica única y exclusivamente a ellas, dejando fuera de la expresión a los varones. Es decir, refutando la irreflexiva moda actual, realmente en el idioma español el femenino es “más poderoso” que el masculino.